martes, 20 de diciembre de 2011

¿Y qué hacemos con los materiales?


Uno de los principales problemas que sufre la Arqueología actual es qué hacer con los materiales. De las miles de excavaciones desarrolladas en los últimos años, la gran mayoría, únicamente han realizado un inventario de materiales, en el mejor de los casos. Del mismo modo, se inventaría lo que se recoge, y los problemas de espacio de los museos han generado una política de "prioridades" en la que todo un conjunto de materiales arqueológicos no son recogidos ni inventariados. Entre estas víctimas, la fauna suele ocupar un papel protagonista. Por este motivo, cientos o quizá miles de las intervenciones arqueológicas desarrolladas no han recogido restos faunisticos de ningún tipo, y las que lo han hecho, en muchos casos, han sido bajo directrices metodológicas inexistentes, basadas en criterios tan científicos como "recoge lo más grande", "recoge los huesos enteros", "recoge lo identificable o llamativo". Bajo estos criterios, la pérdida de materiales y de información es impresionante.

Con estos precedentes, los materiales llegan a los depósitos de museos o universidades. Y allí, sin haber sido estudiados, duermen un sueño eterno. La pregunta es, ¿para qué excavamos? ¿para qué recogemos esos materiales si no se estudian? ¿vivimos un neo-coleccionismo? Los arqueólogos debemos reflexionar seriamente sobre esta cuestión. Muy pocos yacimientos son estudiados de forma adecuada, y en muchos casos, sólo los materiales más "llamativos" son premiados con el privilegio de ser estudiados. Apenas existen publicaciones del 90% de las intervenciones. Realmente, en muchos casos, apenas sabemos nada de lo que se ha excavado.

¿Qué aporta saber que existía una villa, un castro o un túmulo? ¿Cómo es posible que en muchos casos después de miles de excavaciones apenas se haya avanzado en conocimiento? La respuesta principal radica en el estudio de materiales. Las excavaciones permanecen incompletas hasta que los materiales son estudiados y sus resultados se ponen en relación con el resto de información para sacar una lectura completa del yacimiento. Ésto, que parece de primero de carrera, es un bien demasiado escaso. Quizá uno de los puntos para repensar la arqueología del siglo XXI pase por comenzar a estudiar todo lo acumulado en los últimos 10 años.

Todos los materiales sufren este abandono, pero en nuestro caso, conocemos más la malacofauna. Cientos de piezas y colecciones, recuperadas en todo tipo de excavaciones, duermen esperando a ser estudiadas. Pero no podemos pensar que ese tipo de trabajo debe ser exclusivamente de doctorandos y estudiantes que lo hagan por amor al arte. Hay que dotar de presupuesto a dicha actividad y empezar a excavar los almacenes. De lo contrario, seguiremos siendo coleccionistas metodológicos.

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